Este verano creo que por fin he escarmentado, no volveré a pedir una copa de vino en ningún establecimiento que no luzca en la barra la cava para las botellas de vino o al menos las botellas metidas en una champanera con agua y algo de hielo.
Como tampoco paso por el aro de consumir la omnipresente cerveza industrial o los refrescos hiperazucarados, tengo un problema a la hora de pedir en los bares, lo he ido capeando hasta ahora, gracias al socorrido tinto de verano, que también puede llegara a ser una experiencia peliaguda, entre las gaseosas sin gas y los vinos picados, he llegado a sentirme afortunado cuando me lo sirven de los horrorosamente ya preparados del tipo «La Casera» especialmente cuando vienen en botellín individual, incluso cuando pido tinto de verano y me dan el botellín de sangría.
Señores de los bares, entérense de una vez, que el vino tinto se debe servir en torno a los 12-15 grados centígrados para que con el calor que coja en la copa se consuma a no más de 18 grados, a mayor temperatura se convierte en un brebaje alcohólico del que no se extrae ninguna experiencia agradable. Si no quieren invertir en el mínimo equipamiento del botellero refrigerador para vinos preocúpense de tenerlo al menos en una champanera, también les vale el cubo que se ha puesto de moda de los botellines de cerveza, con agua y algo de hielo. En cualquier caso siempre será mejor guardarlos en la cámara y sacarlos excesivamente fríos, al menos se aseguran conservarlos en condiciones algo más de tiempo una vez abiertos. Ah, y tampoco les cuesta mucho invertir en unas copas decentes para servirlo, ya sé que es un coñazo limpiarlas y que se rompen fácilmente y tal, pero si ustedes no se preocupan por dar un mínimo servicio yo ya me preocupo de no consumir donde no se me sirva adecuadamente.